13

Feb

2023

Artículo de opinión

El legado universal de un gran maestro

Para escapar a esa inercia que detiene, recomendaba tratar de crecer constantemente en la verdad: “Y es que la sensación de suficiencia disipa, disgrega la vida en la atonía. En cambio, la filosofía convoca.

Por Genara Castillo. 13 febrero, 2023. Publicado en El Peruano, el 11 de febrero de 2023.

 

¿Cómo unir un país? ¿Cuáles son las claves de su desarrollo económico y cultural? ¿Cuáles son los “resortes” de la acción humana y cómo potenciarla? ¿Cómo crece la inteligencia? ¿Cómo aprender a querer? ¿Cómo aprender a decidir? ¿Qué es el dinero y qué significa saber invertir? ¿Cómo avanzar en la ciencia moderna y actual? ¿Qué actos cognoscitivos pueden ser transferidos a un robot o computadora y cuáles no? ¿En qué consiste ser feliz? Estas, y un largo etcétera, son cuestiones que el insigne filósofo y maestro Leonardo Polo nos ayuda a responder, si aprovechamos su potente legado.

Al momento de partir, un 9 de febrero de hace diez años, ya se contaba con gran parte de su obra: unos cuarenta libros (que se hicieron a partir de las transcripciones de las grabaciones que sus alumnos u oyentes hacían cuidadosamente), junto con más de 70 artículos publicados en diversas revistas en varios países. En el archivo de la Universidad de Navarra se guarda mucha de su obra inédita, aunque ya en el 2019 se presentó la serie A de sus Obras completas, que recoge en veintisiete volúmenes sus 45 libros y otros escritos menores ya publicados. La serie B, por su parte, ofrece los textos inéditos, que ya han empezado a publicarse últimamente.

En general, en la obra de Polo se pueden encontrar interesantes aportes a la metafísica, a la Teoría del conocimiento y, especialmente, en la Antropología. Además, aporta a la Filosofía política, a la Filosofía de la economía, de la empresa, a la Antropología de la dirección, a la ética, etc.

Es de resaltar que, con Polo uno aprendía a admirarse, a no pasar tan rápido por lo que parece evidente: “a partir de la admiración la filosofía pone en marcha, activa, una gran cantidad de dimensiones humanas”, de manera que, casi sin darse cuenta, uno experimentaba que la tarea intelectual es un asunto de amor, ya que como él decía “la verdad sólo se entrega a sus grandes amadores”, e impulsa a realizar una gran tarea de integración, de ver cómo se engarzan los distintos contenidos aspectuales en los principios más radicales de la realidad.

Otro aporte importante, para resaltar en su legado, es el filosofar en diálogo con grandes filósofos como Aristóteles, Tomás de Aquino, Leibniz, Hegel, etc., los cuales se dan cita y reviven cuando Polo intenta “meterse” en sus mentes, en sus planteamientos, poniéndolos como sus interlocutores, respetándolos, sin despacharlos demasiado pronto. De otra parte, su obra más traducida a diferentes idiomas es la de “¿Quién es el hombre…” (1990), de la cual afirma Ricardo Yepes que “ahonda en lo permanente de nosotros mismos, y arroja una fuerte luz sobre la situación presente del hombre en el mundo”.

Es propio de Polo no contentarse con enseñar filosofía, sino a filosofar. Con él, la filosofía era vida, no un conjunto de conocimientos inertes, sino todo lo contrario; ayudaba a meterse en los temas, a base de preguntas, concentrando la atención, con mucha exigencia y rigor y, al mismo tiempo, con gozo, con entusiasmo.

Respecto a la vida universitaria, insistía en la tarea de investigación que es la que no sólo incrementa el saber, sino que mejora a las personas mismas en un trabajo en equipo: “El investigador logra formar discípulos, o sea, a constituir equipos de trabajo. De esta manera se contribuye al progreso del saber y, por consiguiente, a la elevación del nivel de la Universidad. Tal elevación es imprescindible si no quiere incurrir, a mediano plazo, en la rutina”

Para escapar a esa inercia que detiene, recomendaba tratar de crecer constantemente en la verdad: “Y es que la sensación de suficiencia disipa, disgrega la vida en la atonía. En cambio, la filosofía convoca. Convocar equivale a reunir, a articular las cosas diferentes. (…). Sin la filosofía, las universidades no suelen pasar de ser meras pluriversidades, es decir, un conjunto de facultades aisladas. A ella corresponde, en efecto, la propuesta unificadora que hoy se suele llamar interdisciplinariedad, con la que se repone el clásico lema del árbol de las ciencias”.

La Universidad junto con la Empresa y la gran célula social, que es la familia, son -según Polo- las instituciones básicas que hay que ayudar a crecer. Esto, en definitiva, es muy coherente con la sabiduría práctica que nos lleva a usar el tiempo para crecer en hábitos perfectivos y en el hábito de la sabiduría por la que reconocemos nuestro ser creatural, que nos lleva a ir siempre a más, a no detenernos, especialmente al abrirnos a la realidad divina.

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